Historia del Libro (I): Las bibliotecas en la Antigüedad

El libro ha sido para el ser humano una herramienta fundamental de almacenamiento, transmisión y comunicación. Dijo el gran Borges que “De los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro; todos los demás son extensiones de su cuerpo… Sólo el libro es una extensión de la imaginación y la memoria”. La Historia del libro está, por supuesto, íntimamente ligada a la escritura, ya que la evolución de la escritura condicionará enormemente el material utilizado en la fabricación del libro. Es difícil saber cuál fue la causa principal que provocó la aparición de la escritura. Un hecho tan complejo y trascendente tiene a menudo explicaciones multicausales. El estudio de los textos más antiguos e importantes que se conservan apunta hacia varias hipótesis de orden religioso, político, literario o administrativo. Parece lógico que sólo cuando la escritura alcanzase un cierto nivel de descripción fuera utilizada con fines religiosos, políticos y literarios. Por tanto, la hipótesis más probable es que las necesidades administrativas provocadas por la creciente complejidad social fueran el detonante de la aparición y desarrollo de la escritura.
La historia y evolución de las bibliotecas está obviamente ligada a la evolución del libro, y de los materiales de escritura. En pleno auge de las tablets electrónicas, la Historia de los soportes nos devuelve al origen, pero con distinto material. Las tabletas de arcilla son los documentos más antiguos que se conocen. Fueron descubiertas en Macedonia y datan del tercer milenio a.n.E. Contenían transacciones económicas, cuentas y textos sobre astronomía, medicina y matemáticas. Con el paso del tiempo, el material utilizado para escribir fue cambiando: las tablillas se deterioraban con facilidad y fueron sustituidas por el papiro, reemplazado después por el pergamino. La biblioteca más antigua de la que se tiene noticia data precisamente del tercer milenio a.n.E. y estaba en el interior de un templo de la ciudad de Nippur, en la antigua Babilonia. En ella se almacenaban primitivas formas del libro consistentes en tabletas de barro y rollos de papiro. Otras bibliotecas mesopotámicas famosas fueron las de Ebla y Asurbanipal. Asimismo, podríamos considerar a los mesopotámicos como pioneros de la gestión documental, ya que diseñaron etiquetas identificativas, elaboraron listas de obras (proto-catálogos), separaron las colecciones en distintos habitáculos e incluso habilitaron procesos de disolución de tablillas que hubiesen perdido su valor intelectual para su posterior reutilización (proto-expurgo).
Las bibliotecas de Egipto eran denominadas Casas de la Vida, (¡bello nombre!) y radicaban en templos y palacios. Las más conocidas se cree que estaban en Karnak, Tebas y Tell-El-Amarna, aunque no se ha quedado registro arqueológico de ninguna de ellas ni de los materiales que albergaban debido a su escasa resistencia a los agentes físicos. El libro egipcio es el primero que utiliza la tinta y una materia más ligera, el papiro. De esta planta se extraían unas fibras que se prensaban y después se disponían formando una especie de tejido sobre el que se escribía. Los papiros se pegaban unos a otros y se guardaban enrollados formando volúmenes. Los rollos de papiro solían tener unos 30 cm. de alto y una media de 5 ó 6 m. de largo. Los volúmenes se guardaban en estuches de cuero y éstos en cajas de madera y ánforas.
Debemos tener presente una clave histórica muy importante. La principal característica de estas primeras civilizaciones es que el acceso a la escritura estaba reservado a determinadas castas (escribas o sacerdotes siempre ligados al poder). Así, los códigos para producir e interpretar signos eran considerados casi un misterio al alcance de muy pocos. A través de este acceso restringido, se ejercía un control social muy estricto. Tendrán que pasar bastantes años para que el acceso a la lectura y al libro se convierta en algo generalizado, al servicio de la alfabetización básica de amplias capas de la población. Vemos pues, que controlar la cultura en general (y el libro en particular, sea cual fuere su soporte) ha estado entre las principales preocupaciones de las élites desde el principio de los tiempos.
[La imagen que ilustra este post es una composición propia con diversas tablillas antiguas. Bajo éstas, un dibujo de cómo sería la distribución de la Biblioteca de Ebla, a tenor de los restos arqueológicos encontrados en 1975]
http://www.biblogtecarios.es/lauranovelle/historia-del-libro-i-las-bibliotecas-en-la-antiguedad/
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