Nuestro viaje por la historia bibliotecaria llega a la Edad Moderna. El poso dejado por el Renacimiento asienta los conocimientos científicos, y consolida los cambios que hemos ido viendo en etapas anteriores. El siglo XVII es un siglo de crisis económica, provocada por los largos conflictos bélicos que consumieron los recursos de las potencias europeas. Los enfrentamientos religiosos hicieron desaparecer la idea de la unidad de Europa, muy especialmente tras la Guerra de los Treinta Años, que consolida la división del continente entre católicos y protestantes. Este hecho motiva que el latín pierda vigencia a favor de las lenguas nacionales.
A pesar de la decadencia generalizada, en España, Francia e Inglaterra las literaturas nacionales viven momentos de esplendor. El llamado Siglo de Oro, lo es por la obra de autores como Cervantes, Lope, Quevedo, Shakespeare o Racine. Pese a la imagen mental que las películas hayan podido transmitir, hay que tener presente que el libro de este período es materialmente pobre y descuidado: hablamos de un contenido de calidad extraordinaria impreso en ediciones más que mejorables. También es el momento en el que se desarrollan más otros campos del conocimiento como Física, Astronomía o Matemáticas. Hay científicos como Bacon, Galileo o Descartes que se desvinculan de la Iglesia y las universidades para desarrollar su investigación en ámbitos profanos como academias o sociedades.
Las causas de la crisis editorial se deben a:
- Crisis económica provocada por las continuas guerras.
- Imposición de rígidas políticas y religiosas tanto en el ámbito católico como en el protestante. El libro comienza a ser visto como transmisor de ideas peligrosas. Disminuye el comercio de libros y florece el mercado negro.
- Persistencia de los monopolios para la edición de libros en países como España o Inglaterra.
- Imposición de fuertes gravámenes tanto a la producción editorial como a importaciones. Esto debe sumarse a la censura y a ciertos tratos de favor que repartían discrecionalmente los gobernantes.
Amsterdam toma el relevo de Venecia y Florencia como capital mundial del libro. La familia Elzeviro (o Elsevier) serán los impresores más importantes de la época. Esta dinastía de impresores comienza a trabajar en segunda mitad del S. XVI. En la actualidad continúa existiendo y es una de las editorialesmás potentes en publicaciones científicas y electrónicas. Los Elzeviro responden más al perfil de empresarios que al de editor humanista y erudito de la etapa anterior, preocupándose de crear una buena red comercial para vender sus productos. Su éxito radicaba en una original combinación: copiar las fórmulas del pasado (libros en pequeño formato a buen precio) añadiendo innovaciones en el modelo de negocio (vendían tanto su propia producción como la de otros impresores). Se instalaron fuera de Holanda y sus ediciones se distribuyeron por toda Europa. Los elzeviros se caracterizan por:
- Formato doceavo.
- Obras de clásicos, principalmente romanos.
- Ediciones cuidadas a precios asequibles.
La decadencia generalizada y las convulsiones políticas también afectaron a las bibliotecas. Fueron frecuentes la destrucción de libros y bibliotecas, la dispersión de muchas de ellas y los cambios de dueño. Por ejemplo, la Biblioteca Palatina de Heidelberg fue enviada a Roma por Maximiliano de Baviera como trofeo de guerra.
Paradójicamente, en este periodo surge el embrión de lo que más tarde serán las bibliotecas públicas. Fueron bibliotecas creadas por hombres generosos que veían positivo emplear su riqueza en poner al servicio de los hombres el conocimiento acumulado en los libros. Sin llegar a ser auténticas bibliotecas públicas, se abren a todo tipo de lectores, sobre todo estudiosos y eruditos, sin distinción de usuarios en cuanto a los requisitos previos para la consulta de los fondos. Por primera vez se establecen horarios de acceso público, legalizándose el derecho de acceso a la lectura sin tener que cursar previamente una solicitud. Bajo estas premisas se abrieron la Biblioteca Angélica, la Biblioteca Ambrosiana o la Biblioteca Mazarina.


Es este un período de consolidación de cambios, de crisis editorial, y de germen de novedades que fructificarán en la etapa contemporánea. Sin embargo, la marcada división entre alta y baja cultura y la influencia de la religión son todavía persistentes, especialmente en España. Queda aún un largo trecho, del que la Modernidad es solo una tenue luz.
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